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jueves, 29 de noviembre de 2012

Felicidad, te espero sentada en la acera. Esta lloviendo a mares, aun no comprendo por qué me he peinado y me muero de frío. Pero no importa, mientras seas tú quien aparezca a mi encuentro un día de estos. A pesar de todo, soy la idiota con la sonrisa siempre puesta en búsqueda de una fuerza que no encuentro en mí desde hace tiempo. Tú deberías ayudarme a encontrarla. Por eso, cuando llegues a esta calle, con los escaparates a medio colocar y una cafetería en la esquina, busca un paraguas azulado, y pregunta por quien te necesita desde que perdió el norte. Ahí estaré yo, echándote de menos.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Jaque mate.

Ya he perdido completamente la partida. Ahora toca empezar una nueva. Sin ti y con la sonrisa a cuestas. Que doler duele, pero al final, merecerá la pena.

Mónica Gae #2




Llevo casi dos horas y media escribiendo y borrando todo lo que sangro por miedo a salpicarte con mis miedos, y es irónico, pues creo que estas ya demasiado lejos incluso para darte cuenta de que sigues siendo parte de las líneas que te escribo.
Y es que huir sin mirar atrás sería menos complicado si no fuese justamente atrás donde se está quedando todo lo que pudimos ser. Yo no tengo ni tuve ni tendré tanta fuerza como tienes tú. Yo no puedo mirar tus fotografías sin tiritar de ganas de sumergirme en cada una de ellas. En esa sonrisa que me mata y me dio la vida tantas veces.
Yo no puedo leerte sabiendo que cada verso esta más y más lejos de acercarse a mí. Que lo que duele no es saber que ahora le escribes a ella, sino ser consciente de que lo haces con las mismas manos con las que un día me escribiste a mi.
(...)
No, no duermo de noche por miedo a soñarte. No lo hago porque sé que no estarás ahí al abrir los ojos, porque sé que ya no quieres volver a estar.

Este tramo de la huida esta acabando con lo poco que quedaba ya de mi. Apenas soy una hoja arrugada con un millón de tachones cobardes por miedo a no poder leerte una vez derramado tu recuerdo sobre el papel. Quizás por miedo a que tú no quieras volver a leerme a mi. Ni a escucharme tan siquiera. Duele(s).
Aún no sé cómo lo has hecho, pero me has convertido en una marioneta encadenada a tus hilos y has conseguido sublevarme a cada uno de tus movimientos. Córtamelos, o haz que vuelva a bailar al son de tus deseos.
Mira al cielo y dime cuántas estrellas ven tus ojos. Así quizás sea más fácil. Cuéntalas, y dime el número exacto porque desde donde yo estoy sólo puedo verte a ti haciéndole sombra a cualquier constelación. Me has robado la ruta a todos los planetas a donde solía huir y me has dejado sin oxígeno en una atmósfera completamente desconocida. Aquí no estas tú despeinando mis mañanas, mi pelo largo entre tus manos. No estás tú para decirme que las ojeras son la huella que dejan los sueños en los que se besa mucho. Aquí no estás tú y no te imaginas cuánto duele.
No puedo describirte cuánto dueles.
Apenas me quedan fuerzas para lanzarte esta última bengala y ni siquiera sé si estarás mirando al cielo. Necesito que mires al cielo. Estoy tirada en cualquier rincón de tu cuerpo esperando a que me encuentres para poder decirte que jamás me he alejado de ti.
Que- jamás- me- he- alejado- de- ti-.



Al leer esto, siento que, quizás, más de uno sienta lo que siento yo ahora  que no estás.


domingo, 4 de noviembre de 2012

Porque mi pasado está demasiado unido a mi futuro.

Ahora mismo mi vida se llama “arriesgar”. Pero sin saber si debería hacerlo o no. 

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