El verano pasado me lo pasé escuchando la frase "si juegas con fuego te acabas quemando". Una y otra vez me lo decía. Y sabía que tenía razón, pero no quería parar. Quería aprovechar lo máximo, vivir a lo loco tras sus pasos, ganarme lo que hacía tiempo no conseguía de ningún otro. Quería gustarle, aun sabiendo que era difícil. Pero si tenía algo claro es que él era el "perfecto". Tras risas, momentos, bailes, confesiones y más risas.. me quemé. Las llamas llegaron tan rápido como se fueron. Vino, me besó y se esfumó cambiando todo lo que me había hecho sonreír aquellas semanas. Esas quemaduras, marcas imborrables aun con el paso del tiempo, siguen en mi. Y cuando las observo y lo pienso, no siento arrepentimiento. Para nada. Fui feliz, completamente FELIZ una vez más, siendo tan pocas las cosas que lo han conseguido. Pero también vienen imágenes de esa noche que me hacen sentir estúpida. Fui feliz, pero caí donde no debía y... ¿realmente merece la pena perder algo como él por un beso de una noche?
Entre pensamientos me viene un "soy gilipollas..." junto con un pequeño pinchazo en el estomago. Pero rápidamente vuelvo a tierra y pienso "pero me besó.." y sonrío de nuevo.
Ya pasó un año entero y el verano volvió a subir las temperaturas. Volvimos a encontrarnos y después de unos días todo era tal y como al principio.
Si en algo me conozco, se que no me arrepiento de mis errores si me enseñan algo.
Este, si me enseño algo, fue poco; pero fue, es y será el mejor de mis errores.
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