Comenzó agosto con “He cambiado, yo no era así. Y quiero
volver a como era antes. Era positiva, y tenía una sonrisa cada día. Y todos me
lo dicen… Quiero ser otra vez yo misma…”
Pequeña lunática… No podía dejar que se pasase el verano pensando así. Era hora de cambiar las cosas, de mejorarlo todo con una capa de color. Que el pasado ha dejado manchas feas y ya no queremos ni verlas. ¡Pintura encima!. Y cola para unir los pequeños cachitos de un corazón herido…¡Cola por doquier! Hasta en la boca, princesa. Pero… ¿Yo sola? Yo sola seguramente no hubiese podido conseguir que su risa haya vuelto a resonar en mis oídos varias veces al día, ni hubiesen reaparecido sus ganas de vivir de nuevo enseñando la máxima mueca de felicidad. Necesitábamos a alguien más, ese complemento perfecto que la ha hecho darse cuenta que no hay que rayarse por nada, que era el momento perfecto para pasarlo bien y que los problemas, a veces, hay que darlos la vuelta. La pasividad personificada la enseño a relajarse cuando el pesado de turno le tocaba la moral… Y así, llegó el final del verano con un “¿recuerdas lo que te dije? Vuelvo a ser yo misma.”
Y… Verano, ¿sabes que has sido genial por haber conseguido que ella dijese esa última frase? ¿Sabías que has sido casi perfecto por el hecho de que les he tenido a ellos día y noche a mi lado? Pues por si no lo sabías, te lo recuerdo, y te doy las gracias…
Pequeña lunática… No podía dejar que se pasase el verano pensando así. Era hora de cambiar las cosas, de mejorarlo todo con una capa de color. Que el pasado ha dejado manchas feas y ya no queremos ni verlas. ¡Pintura encima!. Y cola para unir los pequeños cachitos de un corazón herido…¡Cola por doquier! Hasta en la boca, princesa. Pero… ¿Yo sola? Yo sola seguramente no hubiese podido conseguir que su risa haya vuelto a resonar en mis oídos varias veces al día, ni hubiesen reaparecido sus ganas de vivir de nuevo enseñando la máxima mueca de felicidad. Necesitábamos a alguien más, ese complemento perfecto que la ha hecho darse cuenta que no hay que rayarse por nada, que era el momento perfecto para pasarlo bien y que los problemas, a veces, hay que darlos la vuelta. La pasividad personificada la enseño a relajarse cuando el pesado de turno le tocaba la moral… Y así, llegó el final del verano con un “¿recuerdas lo que te dije? Vuelvo a ser yo misma.”
Y… Verano, ¿sabes que has sido genial por haber conseguido que ella dijese esa última frase? ¿Sabías que has sido casi perfecto por el hecho de que les he tenido a ellos día y noche a mi lado? Pues por si no lo sabías, te lo recuerdo, y te doy las gracias…
P.D.: Te quiero mucho, y te echo de menos...
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